Marcos y Alejandra, una historia de emprendedores que crecen e inspiran   

Marcos y Alejandra recibieron una visita que les cambió la vida. Alguien creía en ellos y quería ayudarlos a crecer. Hoy, con el sueño en marcha es su turno de aportar y dar su voto de confianza a alguien más.

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Hace 18 años, Marcos y Alejandra comenzaban el sueño de emprender juntos una vida y salir adelante con un proyecto económico conjunto. A la distancia, Alejandra recuerda cuando ambos perdieron su trabajo. “No teníamos nada. Con 25 centavos que juntábamos para el colectivo yo me volvía a la casa y él se quedaba en el negocio sin comer, porque no había para más. Estábamos desesperados” recordó. Pero decaer no era una posibilidad. Con ocho niños en edad escolar, la única opción es hacia adelante y ambos fueron el sostén del otro.

En ese entonces la familia de Alejandra hacía tapicería. Y ella, que creció en medio de géneros y muebles, tomó la posta del oficio de su padre. Comenzaron de a poco, con una máquina de coser prestada, alquilaban también una máquina carpintera. Así salieron los primeros muebles. “Los dos venimos de una familia de trabajo y entendimos que cuando se tiene la voluntad de salir adelante uno no ve los palos en la rueda para frenarlo”, comentó Marcos.

Así pasaron los años, llevando el día a día de un negocio que crecía con un gran sacrificio hasta que un día, hace tres años, una de sus niñas que estaba atendiendo el comercio, llamó a Alejandra para comentarle que un representante del Banco Macro quería hablar con ella para comentarle sobre una posibilidad para financiarse a través de créditos del programa Alumbra. Por malas experiencias anteriores, la respuesta inmediata fue un no rotundo. Sin embargo, persuadida tal vez por su niña, tal vez por la curiosidad, decidió atenderlo.

“Yo no podía creer lo que me estaba diciendo, parecía mentira. Pero cuando vino a la semana siguiente empezamos a ver que era verdad. A las dos semanas nos dieron el crédito”, relató agradecida.

Ese dinero les sirvió para comprar herramientas para poner definitivamente en marcha el emprendimiento. Pero además, les posibilitó obtener la habilitación comercial ya que el programa también los asesoró legalmente para realizar los trámites necesarios.

Hoy son una empresa pujante y aunque la sede comercial se encuentra en el macrocentro, la fábrica tiene su corazón en zona sudeste. Desde sus inicios ese espacio da oportunidades a jóvenes de los barrios de la periferia. Muchos son amigos de sus hijos que están atravesando un mal momento, pero con la cultura del trabajo y la confianza que se deposita en ellos, tienen todo para salir adelante. 

“Hace dos años veíamos pasar a dos chicos todos los días. Iban a nuestra casa por un plato de comida. Drogados, golpeados por la vida. Un día de mucho frío pensé que vendrían y los invité a desayunar. Desperté a mis hijos para que los vean, compartan con ellos y valoren lo que es un desayuno, una mesa familiar”, relató Marcos. “Hoy tenemos chicos con problemas de adicción en puestos claves. Sabemos en qué andan, pero también sabemos lo que pueden lograr”, agregó Alejandra.

Es que “doña Ale” los empezó a cambiar de a poco, con amor maternal.  Los corrige, les enseña y los desafía a soñar y así como hace tres años alguien confió en ellos cuando nadie más lo hacía, hoy ellos le dan el voto de confianza a otras personas excluidas.

En la tapicería conviven muebles antiguos, clásicos de la escuela de los padres de Alejandra, con la modernidad del diseño de autor, nada industrial, todo exclusivo en el barrio San Ignacio y el local al público en Entre Ríos 1645.

Desde la Fundación Banco Macro se invitó a los interesados en solicitar financiamiento a acercarse a Alumbra (Belgrano 423) o realizar su consulta por teléfono en el 4160666.

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