Los heladeros tienen varias cosas para decir, aspectos del negocio en una época económica de crisis a la que se sumó la cuestión climática que también tiró para abajo el consumo. Es que, el invierno llegó tarde y demoró en irse.
Para Ángel Fili ir a la heladería a tomar un helado es el equivalente a “ir a Disney” para los golosos y está determinado a que eso jamás cambie. “Cuando tenés un problema o algo que solucionar con alguien, lo invitás a tomar un café. Pero el helado tiene magia, no conozco a nadie que te invite a tomar un helado para resolver un problema, el helado es para buenas noticias y cuando todo está muy bien”, pintó.
En el rubro, el consumo va transformándose. “Mi abuelo vendía los barquitos por la calle, pero cuando se perdía el sol ya no se tomaba más helado. Ahora se toma más por la noche. El hábito de cenar y luego cerrar el día con un helado es cada vez más común entre nosotros”, comentó.
Las preferencias también han cambiado tras la pandemia y muchos aspectos del mercadeo tuvieron que adaptarse. El helado como postre durante el día es más común en casa y se pide mucho por delivery, lo que “indefectiblemente se nota en las cajas”.
Otro gran referente de la heladería artesanal en Salta, José “Quena” Ramírez ya había anticipado que en el interior provincial las heladerías artesanales no pudieron sortear la pandemia y muchas cerraron sus puertas de manera definitiva. A pesar de eso, el empresario indicó que el consumo local estaba apenas por debajo de los 6 kilos anuales por persona (la media nacional).
Mala temporada y sabores
Fili dice que tampoco ayuda el clima impredecible. “Uno espera con ansias septiembre, incluso agosto, con los primeros calores para aumentar las ventas y muchas veces se trabaja más en agosto que en mayo; pero este año, con un invierno tardío, las ventas no llegaban. La gente consume helado igual, pero una venta con frío no es lo mismo que con calor”.
A ello hay que sumarle la actualización constante de precios de proveedores de insumos que se hacen cada 10 días y también las dificultades para importar productos y maquinarias, que vienen en su mayoría de Italia.
“Acá la peleamos porque no es una cuestión de economía, nosotros ya las pasamos todas, acá hay una cuestión de genes. Nosotros seguimos apostando porque mi padre me enseñó que uno debe irse dejando el lugar al que a uno le tocó ocupar mejor que como lo encontró”, aseveró.
El dulce de leche, chocolate, limón frutal y vainilla, son los sabores de mayor rotación. Todos los otros son para acompañar. El salteño es clásico a la hora de elegir, aunque, claro, hay otros, más audaces: “Pero son sabores de temporada, estrellas fugaces que pasan. La gente siempre vuelve a los clásicos”, aseguró.