Cuando Celeste Gómez tenía apenas 19 años, no imaginaba que aquel mini emprendimiento que empezó junto a su mamá, entre pañales, ternura y una panza de embarazada, se transformaría años después en una marca propia, con sello propio, desafío cultural y un estilo de venta tan descontracturado como íntimo. Pero sí: eso que una vez fue una boutique de indumentaria femenina en La Quiaca —idea que nació en 2011 entre las necesidades económicas y una maternidad compartida— hoy se llama Amor a Amor y vende mucho más que ropa: vende actitud, conexión y juego.
“Mi mamá estaba embarazada y necesitábamos generar ingresos, así que decidimos vender ropa de mujer”, cuenta Celeste. “Yo veía su pancita, nos rodeaba una energía muy amorosa, de compañerismo, y pensé: esto es puro amor. Así nació el nombre, Amor Amor”. En ese entonces, la marca se instaló como boutique en la frontera jujeña, una localidad pequeña donde los vínculos lo eran todo. Pero los caminos del emprendimiento no tardaron en ampliarse: Celeste se mudó a Salta a estudiar, su abuela enfermó, y la vida le pidió volver a empezar.
Esa vuelta no fue un retroceso: fue el giro inesperado de una historia que no se detiene. Ya lejos del local físico y de la indumentaria genérica, Celeste encontró una demanda que nadie estaba satisfaciendo en Salta: “La lencería y los juguetes sexuales estaban súper invisibilizados, especialmente para mujeres. Yo fui observando que había pudor, vergüenza, y a la vez, una necesidad enorme de productos, información y trato amable”. Y eso la motivó.
Así renació Amor Amor, también como tienda física en pleno centro de Salta, pero que mutó a tienda 100% online, vendiendo lencería, corsetería, bodies, pero también vibradores, lubricantes y artículos para explorar el erotismo en pareja o en soledad. “Las consultas empezaron a llegar solas”, recuerda. Y por WhatsApp, por Instagram y ahora también por web, Celeste hace lo que mejor sabe hacer: escuchar, recomendar, acompañar, asesorar.
Y lo hace con una personalidad magnética, simpática, cero juicio. Porque si algo aprendió en el comercio “de a pie” es que no hay dos clientas iguales. “Ves tanta diversidad, tantos cuerpos, inseguridades, tabúes… y también deseo. Ahí descubrí que ninguna venta es solo venta: es una conversación”, dice.
Hoy, en pleno 2025, Amor Amor se posiciona como una marca fresca, femenina, profesional, que acerca productos “no convencionales” a una ciudad todavía muy conservadora. Ya no hay vidriera ni mostrador, pero sí una presencia online que crece, una comunidad que se siente segura y un nombre que sigue enamorando: Amor a Amor. El mismo que inventó una chica-adolescente mirando la panza de su mamá, pero ahora más valiente, más libre y más dueña de sí.
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