Mandala nació... no sabemos exactamente cuándo. Tal vez cuando la abuela de Bernardita Maza le traía bolsitas llenas de “cosas hermosas” para que ella arme pulseras y collares; o unos años después cuando, ya adolescente, se juntaba con sus amigas a soñar nombres para su marca de diseño de bijou. Esa misma niña, con esas mismas ganas, lo vio claramente en sus pensamientos. Los más místicos dirán que “lo decretó con el universo” y luego lo concretó.
Con 17 años sus productos ya eran furor en Instagram y en su casa improvisó su showroom para recibir a las clientas que llegaban seducidas por sus diseños y la encontraban en su taller rodeada de dijes, pinzas y cuentas. El incipiente emprendimiento estaba abierto solo un día a la semana, pero Bernardita no paraba jamás de proyectar y, así como soñó Mandala, también avizoró su local.
“Yo pasaba seguido por ese local y decía en voz alta, aún no sé por qué: ´yo voy a tener mi negocio ahí”. Y por supuesto, se cumplió porque no hay nada más poderoso que un anhelo que surge de lo más profundo”, relató la emprendedora.
“Estoy muy contenta con mi negocio, mi lugar. Es algo totalmente distinto pero está bueno. Es como pasar de atender una vez a la semana a estar todo el tiempo metida y estar pendiente de un montón de cuestiones, como el diseño de los accesorios”, evaluó.
El cambio no fue fácil para Bernardita, a quien le costó mucho desprenderse del “pensamiento chico” para dar abasto a la demanda que tiene el local, que requiere un stock permanente. Y mamá siempre está y sabe mucho de comercio, y le advirtió que no podría armar todo sola. Hoy ella es la que hace las compras. Si bien en un principio no se involucraba, lo hizo luego para que Bernardita pudiese estudiar.
Rendidos ante la tenacidad de esta pequeña gigante del diseño y el comercio, su familia es su socia estratégica y su espalda.
Hoy, la esencia es la misma pero la realidad es otra. La experiencia hizo de Bernardita una mujer con visión y con compromiso social que se alía con emprendedores pequeños del país para empujarlos en la comercialización de sus diseños. “Por mi experiencia se lo que es el valor de lo hecho a mano y ayudar a otro. También se qué me hubiese gustado que sucediera en mi caso para crecer en lo que hago”, aclaró.
En Salta, ya es referente en la materia y los clientes saben que ingresar a su local es llevarse algo único y absolutamente personalizado; y las jóvenes quinceañeras o las egresadas acuden en busca de la joya perfecta que vaya con el vestido.
Hoy sueña con abrir otra sucursal, crecer con la venta on line y ayudar a otras productoras para que tengan el apoyo y el incentivo del rubro que ella no tuvo. Respecto a la venta on line, sus productos ya llegaron a Chubut e incluso recibe pedidos de Ecuador y Colombia.
El consejo de esta emprendedora y comerciante es “animarse sin pensarlo dos veces. Es tirarse a la pileta y ver, sin preocuparse de lo que pueda salir mal, que si ponés pasión, difícilmente algo salga mal”.
Al sueño de Bernardita lo visitás en Zuviría 479, en Mandala Accesorios.