El mundo empresario salteño está de duelo. En la jornada de ayer falleció, a los 78 años, el empresario vitivinícola Arnaldo Etchart, quien fuera durante varias décadas uno de los referentes obligados de la dirigencia empresaria provincial y nacional. Su apellido está inevitablemente asociado a Cafayate y a los vinos de la más alta calidad, que impulsó y cuidó hasta sus últimos años.
La Bodega Etchart está presente en Cafayate desde 1850. Pero no fue hasta fines de la década del 50 que un joven Arnaldo, decidido, formado y lleno de energía adquiere la empresa e inicia un proceso de modernización y transformación que no sólo proyectaría sus vinos a todo el mundo, sino que además le daría jerarquía internacional a su apellido. Las innovaciones incluyeron no sólo el mejoramiento de la calidad de la producción del tradicional vino Torrontés de Cafayate, sino también la incorporación de variedades de origen francés como el Cabernet Souvignon, Chardonnay, Malbec y Merlot. Con los años, la superficie en producción también pasó de las 65 originales a más de 300 hectáreas. Decidido a crecer, en 1975 compró una finca en Mendoza, donde también comenzó a producir vinos de excelencia.
Convencido de la necesidad de hacer escuchar la necesidad de los empresarios del interior profundos en todos los espacios posibles, impulsó la creación de la Unión Industrial de Salta, de la que fue, en 1981, uno de los socios fundadores. Desde ese espacio se proyectó también a la Unión Industrial Argentina, institución de la que llegó a ser vicepresidente. A su militancia empresaria debe sumarse, en 1991, su decisión de competir en política. Ese año intentó, a través de una línea interna del Peronismo, ser candidato a gobernador de Salta; pero fue derrotado.
A partir de 1987, Etchart sumó a su equipo a Michel Rolland, uno de los enólogos más prestigiosos del mundo, con quien crearon algunos de los mejores vinos de la época, y que terminaron por instalar su marca personal en lo más alto. En los años siguientes, sin embargo, las políticas económicas nacionales pusieron en jaque a la empresa, lo que lo llevaron primero a asociarse y luego, en 1996, a venderla al gigante francés Pernod Richard. Una condición dolorosa para la operación fue tener que ceder su propio nombre, su marca personal.
Lejos de quedar abatido, Etchart comenzó un camino que ya conocía: el de la construcción de una nueva marca. Lo hizo en Yacochuya, una zona vecina a Cafayate ubicada a 2.000 metros de altura, lo que convierte a sus viñedos en uno de los más altos del mundo. Allí levantó la bodega San Pedro de Yacochuya, que se comenzó a construir en 1998 y recibió su primera vendimia en 1999. Pero ya en 2001 la empresa exportó su primer vino Premium, otra vez asociado a Michel Rolland. Desde entonces, la empresa no ha parado de crecer, extendiendo sus viñedos a la finca San José, en la vecina Tolombón. Aunque no logró recuperar su nombre como marca, Etchart logró recuperar su enorme prestigio como hacedor de vinos, un distintivo que hoy es inescindible de su apellido.
No sólo el mundo empresario llora a Etchart. También lo hace el mundo de la cultura. Amante del arte en sus diversas formas, fue un importante mecenas y promotor de las artes plásticas. Su casa estaba ricamente decorada con obras de artistas de renombre nacional e internacional, en una colección que generaba admiración.
Pero quizás su mayor legado en este sentido es la creación, junto al poeta César Perdiguero, de la Serenata a Cafayate, uno de los festivales folclóricos más importantes y trascendentes del país. En los primeros años, incluso pagó de su bolsillo a los artistas para que el pueblo pudiera disfrutar del espectáculo en la Bodega Encantada.
Este breve repaso de su prolífica vida n hace más que confirmar que Arnaldo Etchart fue uno de los grandes referentes del mundo empresario salteño del siglo pasado y, sin dudas, uno de esos hombres que con decisión y empuje transforman realidades.