La bodega Miraluna acaba de desembarcar con sus vinos en los Estados Unidos

La semana pasada un pallet con 800 botellas de vino de la bodega Miraluna llegaron, por primera vez, a los Estados Unidos. De la mano de un empresario local, en los próximos días se las podrá encontrar en vinerías de Nueva York y Chicago, dos mercados clave del gigante del Norte.

Se trata de la segunda incursión internacional de la empresa radicada en Cachi Adentro, que el año pasado había concretado su primera exportación a Londres. “Tanto Londres como Nueva York son verdaderas vidrieras del mundo del vino, en donde entrar te da otro hándicap”, explicó Carlos Urtasun, propietario de la bodega y además uno de los pioneros del Paseo Balcarce.

Urtasun abrió en 2001 el Café del Tiempo, uno de los bares más emblemáticos de “La Balca”, conocido por su excelente gastronomía y por la posibilidad de disfrutar de espectáculos de jazz y rock en vivo. En 2004 compró en Cachi una pequeña finca que, con el tiempo, se convertiría en Miraluna. Primero construyó cabañas, luego plantó viñedos y, finalmente, levantó una bodega.

“Pasaron 10 años desde que abrimos las primeras cabañas de Miraluna, y todavía no vimos ganancias”, reconoció el empresario; quien admitió sin embargo que “esto siempre fue un proyecto a muy largo plazo, en el que todo se hace a pulmón”.

Según detalló, “desde el principio nuestro objetivo fue aprovechar las condiciones únicas del lugar y su terroir inmejorable para hacer un vino diferente, pero de excelente calidad. Y a juzgar por lo que dicen nuestros clientes, hemos alcanzado ese objetivo”.

La comercialización está a cargo de su hijo Lucas, quien repasó que “ya estamos vendiendo en vinerías de Buenos Aires, Rosario, Córdoba, Bahía Blanca, Santa Fe, Tucumán y Salta, además de Londres y pronto Nueva York y Chicago”. Consultado sobre el impacto de las exportaciones, Lucas admitió que es muy bajo y prácticamente sin ganancias, pero “nos ayuda a vender aquí en el país”.

Consultado acerca de cuáles son sus argumentos de venta en medio del mar de etiquetas que tienen para elegir los consumidores, Lucas opinó que “nuestro vino tiene el espíritu real del lugar donde nace; rodeado de una belleza destacable. Además tiene corazón y dedicación. Es un vino muy personalizado, hecho por gente apasionada por lo que hace. En definitiva, es auténtico”.

Mientras el vino sale cada vez mejor, no pasa lo mismo con los números del emprendimiento. El mal clima del último verano hizo que de una producción estimada en 30.000 botellas se pudieran elaborar sólo 22.000; y en los últimos meses las ventas no fueron las mejores.

Carlos Urtazum se quejó de la enorme carga del Estado que reciben los empresarios, y otros costos como la logística. Como ejemplo contó que llevar dos pallets de vino de Salta a Buenos Aires les costó 17.000 pesos; y el flete de Buenos Aires a Londres salió sólo 9.000 pesos.

Respecto de las cabañas rodeadas de viñedos que completan su emprendimiento, explicó que “el verano no fue bueno por la enorme competencia de los viajes al exterior”, pero admitió que “la Semana Santa mejoró, y tenemos muy buenas expectativas para el año. Apostamos a los clientes norteños y también a los extranjeros, que comenzarán a llegar por la suba del dólar”.

Los Urtazum también vienen realizando inversiones en su local en La Balcarce. “Hicimos cambios que nos permitieron ganar casi un 40% de superficie en el local y estar más cómodos con la cocina”, detalló Lucas, quien ratificó la apuesta por la profesionalización del negocio. “No cambiamos el concepto original, sino que nos hacemos cada vez más profesionales. Y eso marca la diferencia”, concluyó.