Rocío Argañaraz lo comprendió muy bien y por eso marca la diferencia: los cuerpos no son todos iguales y no existe un modelo universal de medidas. Pr eso sus prendas se adaptan a cada clienta y siempre quedan bien logrando lo que muchos prometen pero pocos pueden cumplir: una prenda con estilo y diseño que además es cómoda y súper urbana; todo hecho de forma artesanal y con el máximo cuidado.
Pero Rocío no solo llegó para causar revuelo en el mundo textil, sino también en el artesanal, al que le costó darle el espacio que ella requería por la intervención de máquinas en el proceso. En diálogo con IN Salta recordó que hace ya nueve años le dio un giro a su vida regresando a Salta mientras aún estudiaba abogacía, sin sospechar que la propia vida tenía un giro inesperado para ella. “Nunca soñé crear una empresa. Yo estudiaba abogacía y cuando me vine a vivir a Salta me enteré que estaba embarazada”, recordó.
Ante las circunstancias, tuvo que repensarse para complementar su creatividad con su capacidad para vender y la necesidad de compartir tiempo con su hijo. Se inició así en la venta de remeras y descubrió su capacidad para el comercio, talento que lamentablemente no hallaba el respaldo necesario en sus proveedores. Una vez más, le tocó una situación de crisis que lejos de desanimarla, la llevaba a la acción: al ver que no le llegaban los productos que solicitaba, decidió hacerlos ella misma. Y decidió avanzar aplicando una técnica que permite lograr creaciones espectaculares: la sublimación.
Con la producción lista, Rocío halló un nuevo inconveniente para resolver, pues los artesanos no miraban con buenos ojos una producción industrializada en sus ferias y no estaban dispuestos a darle un lugar. “Encontrar un lugar para vender Gloss fue muy difícil. Los artesanos me pusieron mil peros, por la característica de mis prendas. Yo no coso a mano porque esas prendas se desarman. Si uno piensa así en la manufactura y reniega de las máquinas que tiene disponibles, no crece como empresario. Las máquinas pueden ser aliadas y estar al servicio de la producción”, aseguró. También destacó que las máquinas ofrecen un resguardo muy necesario en las prendas, para evitar desafortunados “accidentes”.
Así, a fuerza de rebeldía e insistencia, se abrió paso y tras vender en una feria llamada “Oveja” de un bar de calle Balcarce, fue la misma presidenta de la feria de calle Ameghino -clienta además de Gloss-, quien la invitó personalmente a formar parte de la feria. Desde entonces no tuvo freno: expuso en FERINOA, en ferias de Tucumán y en Puro Diseño de Buenos Aires.
Luego fue convocada por Galería El Palacio para ofrecer sus productos en la exposición permanente junto a otros artesanos, lo que le facilita las ventas durante la semana.
Hoy Gloss es la amalgama perfecta entre industria y diseño. Sus producciones, fabriles, son hechas para la mujer real que quiere vestir bien. “Lo importante es dejar atrás los estereotipos que nos imponen desde Buenos Aires en donde todo es cálculo y de un rollo de tela salen mil remeras exactamente iguales. En el norte la mujer es más rellenita; tiene sus curvas. Yo largo por temporada una determinada cantidad de modelos para la mujer que quiere estar cómoda y busca algo que sea práctico. Me complace que la mujer se sienta cómoda y que disfrute de usar estas prendas”, concluyó.
A los productos de Gloss los encontrás en Galería El Palacio, en Plaza de la Legislatura los sábados y en Ameghino al 700, sobre la Estación, los domingos en la Feria Apacha.