San Pablo, la herrería comunitaria que transforma historias en la zona oeste

Por iniciativa de un sacerdote, Andrés Marcial, un herrero de años, enseña su oficio a jóvenes que buscan salir de las calles y aprender a ganarse su propio sustento.

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Andrés Marcial tiene una mirada noble, cabellos rebeldes y manos que arrastran años de historias. En el programa Haciendo Negocios, por Cadena Máxima (106.7), él es pura timidez, y es difícil sacarle palabras. Pero al comenzar a hablar de herrería, se transforma. La pasión por hacer, por emprender lo envuelve y las anécdotas empiezan a surgir.

Todo empezó hace un tiempo cuando el padre Luis Alberto Sanjinés a cargo de la iglesia San Pablo de Villa Primavera, miraba con preocupación la realidad de los vecinos. Desempleo, familias enteras a la deriva, en el desaliento absoluto. Era necesario ponerse en acción,  ocupar esas manos y devolverles la esperanza. El párroco contaba con un tesoro fundamental: una máquina soldadora heredada de su padre que puso de inmediato al servicio de su congregación. Marcial, un herrero de oficio y de alma, tampoco dudó en ponerse a disposición de sus vecinos.

“A mí siempre me movió la acción solidaria, el hacer cosas por el otro, y ahí coincidí con el padre porque pensé: si él puede donar esa máquina, que no se la va a poder llevar al más allá, cómo no voy a poder donar yo lo que tengo, compartirlo, ya que nada nos llevamos, todo se queda”, reflexionó.

Su primer impacto fue al escuchar la palabra “profesor”. Su profunda humildad le impedía identificarse con esa denominación que generosamente le prodigaron sus aprendices. “Para mí el docente es una figura que merece un respeto único, y que me digan profe en medio de los hierros, fue raro, pero ellos me explicaron que ellos aprenden conmigo y eso me convierte en su profesor. Fue su elección pero aún no me acostumbro”, comentó.

El segundo impacto -igualmente transformador- fue el notar la gran cantidad de mujeres interesadas en el oficio. Siempre ronda el preconcepto de que la herrería “es cosa de hombres”. Pero parece que las mujeres llegaron al rubro y para quedarse.

Todos los aprendices llegan con sus historias y sus realidades; tal vez más en busca de un oído amigo que del conocimiento en sí. “Buscamos darles un ambiente relajado, tranquilo en que se puedan expresar a través de este oficio que es tan lindo, y dejar atrás sus problemas aunque sea por un rato. Aquí encuentran un espacio para compartir”, aseguró Marcial. Posiblemente esa sea la razón por la cual debieron extender la jornada de clases pues dos horas, de 20 a 22, se pasaban muy rápido para estos creativos y no se querían marchar. Por eso decidieron hacer una única jornada de 19 a 23.

“Hay gente que la está pasando mal. Yo no sé cómo hacer cuando veo que hay familias que no tienen para comprar las herramientas y se paran detrás del que tiene a esperar que las desocupe para que le preste. Aquí no hay competencia, ni entre los herreros de oficio. No queremos sacarle el trabajo a nadie sino abrir oportunidades. Tenemos que ser solidarios en estos tiempos de necesidad, ceder y dar espacio para quien quiera aprender”, invitó.

Los chicos quieren hacer, pero necesitan es de una mano amiga que les provea esa ayuda de entrada para poder iniciar. El resto queda en sus manos y ganas de hacer y crecer. “Son herreros, pero de buena madera”, bromea Marcial. Si querés apoyar a estos emprendedores, los podés buscar en la herrería comunitaria de Barrio San Pablo. O comunicarte al teléfono (387) 156158000. Podés encargar una parrilla, portarollos, portamacetas, y hasta juegos de patio con sillones.  También podés acercar tu colaboración o donar tus herramientas en desuso. 

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