Llegar a las instalaciones de Zuviría 1741 implica contagiarse de la energía de Luis Ledesma (padre) que carga y descarga productos de más de un montacargas con envidiable afán. “Que no te engañe su cabello cano, él es un joven más del equipo y cuando se aburre, sale a hacer enduro”, nos comentó su hijo, con la mirada llena de admiración. Luis (h) sigue la ruta que trazaron sus predecesores hace más de 20 años cuando decidieron que la distribuidora de productos para panadería Calsa de la región Norte abriría las puertas para la capacitación.
El depósito del local ofició de improvisado taller cuando la urgencia requirió capacitar a los estudiantes. Hoy disponen de una estructura propia e independiente del local comercial y las capacitaciones se inician cada 60 días. Cuentan con un maestro especialista en Salta, otro regional y el apoyo constante de la Casa Central de la marca en Buenos Aires.
En el segundo piso de la distribuidora funciona la escuela de panadería y pastelería. Aún permanecen en la pizarra los consejos y diagramas de la última clase que tomó la más reciente promoción, que egresó hace dos semanas. Son 120 panaderos que regresaron a sus locales con nuevas herramientas de producción y de marketing. Otros 180 quedaron fuera de la matrícula, pues la infraestructura de la escuela no les permite incorporar más estudiantes. Deberán esperar dos meses para que se abra la próxima capacitación.
“Todas las panaderías de Salta conocen la escuela de Calsa porque todos vinieron, al menos una vez, si no es a una capacitación a adquirir nuestros productos. En Salta hay más de 300 panaderías y la mayoría -me arriesgaría a decir que todas- tienen a alguien capacitado aquí”, aseguró Luis al recorrer las instalaciones.
El empresario contó que uno de los estudiantes llegó desde la Casita de Belén sin conocimientos de panadería, se capacitó y empezó a trabajar en una panadería local. Fue tan bueno su desempeño que le ofrecieron trabajar como técnico en Calsa Salta. No pasó mucho tiempo hasta que Casa Central lo convocó para crear nuevas recetas para Calsa. Con los años se independizó y hoy es dueño de una panadería, creando más fuentes laborales.
La emoción se apodera del recinto, y fue Luis quien retomó la palabra, salvando la situación: “Esto para nosotros no representa novedad… estamos llenos de casos como ese”.
El valor de lo cotidiano
Suena el despertador, empieza la rutina y llega el momento que marcará el ritmo de la jornada: el desayuno. Todos conocemos el poder de un pan recién horneado para darnos la energía que necesitamos para enfrentar cualquier circunstancia que nos presente el día. En Calsa Salta son conscientes del valor del producto, que no por cotidiano es menos maravilloso. Allí no solo le brindan a los panaderos perfeccionamiento en las técnicas de amasado y horneado –hay que tener un conocimiento previo para poder acceder a los cursos-, sino que también le enseñan la manera correcta de vender el producto.
“Les entregamos el packaging, porque a las panaderías locales les falta mucho desarrollo en esta área. Si bien es cierto que el pan es un producto de alta rotación, el cliente está dispuesto a pagar eso extra que vos le podés ofrecer”, aseguró Luis. “Hay panaderías que siguen pensando que le pan es la tira y la tortilla. Esa estrategia ya no funciona, porque el cliente cambió. Pide más variedad panes saborizados, con salvado, para picada”, agregó. Calsa Salta entendió el concepto e impulsando la innovación en sus clientes panaderos están cambiando la forma de consumir y entender el pan.
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