El del viernes fue el último café; ese del trago más incierto y que uno quisiera que sea eterno, pero que tiene gusto a final. El tradicional Café Mónaco cerró para siempre sus puertas en España 512, justo frente a la plaza 9 de Julio. Esa noche la mirada era de congoja en sus mozos y dependientes, ya que tras 40 años de abrir de forma ininterrumpida, cesaron completamente sus actividades.
El local, según comentó su encargado Eduardo, fue vendido a Banco Macro para la expansión de la casa central y los dejó sin la posibilidad de renovar el alquiler. Eduardo habló con un nudo en la garganta y apenas podía contener la emoción: “Son 40 años de trayectoria los que se cierran con este local”, lamentó.
Pero su mayor aflicción son los diez empleados que deberán reubicarse en el mercado laboral. Ninguno perdió la esperanza y por estas horas los dueños del café estarían analizando la posibilidad de relocalizar el comercio, motivados por la fiel clientela que no se resigna al adiós.
Es que en estas décadas vio formarse parejas que hoy los visitan con sus nietos, siendo este café casi un lugar de culto. Ajenos a la situación, una pareja de mochileros se aproximó el viernes a pedir un termo con agua caliente, y lo consiguieron. Mientras, en las mesas, los amigos de Mónaco, rumiaban con corazón contrito un último café con gusto a despedida.
Es que eso fue este lugar: el elegido de burócratas y bohemios, de los enamorados y empresarios. Todos encontrados lo que buscaban en el mismo local, que resistió hasta el viernes, estoico de tradiciones, los embates del progreso.
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