Silvana Pereyra era empleada de comercio cuando decidió dar un giro a su vida. Impulsada por un deseo profundo de independencia y el amor incondicional de Luna —su perrita y gran compañera durante 12 años—, dejó su trabajo y se animó a emprender.
“Quería ser mi propia jefa”, recuerda Silvana. “Trabajaba en un local de ropa en un shopping, pero no la pasaba bien. Un día renuncié y, con lo único que tenía, 200 dólares, decidí invertir en mi sueño”.
Así nació El Closet de Luna, que lleva el nombre de Luna en homenaje a ese amor incondicional que la marcó para siempre. “Sabía que quería que algún proyecto importante llevara su nombre. Y este me cambió la vida”.
Sin experiencia en el rubro ni contactos en el mundo emprendedor, Silvana investigó por su cuenta y escuchó sobre la posibilidad de conseguir ropa americana en Bolivia. “Me fui sin saber nada. Me habían dicho que podía comprar ropa por fardos. Viajé, pregunté, busqué, y al final conseguí mi primer fardo por exactamente 200 dólares”.
Las primeras prendas —remeras sin marcas reconocidas— las vendió desde su casa, en Parque La Vega, donde vivía con su mamá y sus hermanos. Compró un perchero, unas perchas y empezó a subir las fotos a Instagram. También participaba de ferias barriales, donde cargaba todo en un remis y montaba su mini local ambulante.
Poco a poco, con esfuerzo y constancia, fue ganando clientas. Aprendió sobre marcas, calidades, y cómo armar lotes para la reventa. Así logró juntar capital y abrir su primer local. Hoy, El Closet de Luna ya tiene dos sucursales, y Silvana sueña con una tercera.
“Me gusta mucho la ropa americana. Desde chica, mi mamá nos llevaba a las ferias a comprar, y entendí el valor de conseguir ropa de calidad a buen precio. Además, estás ayudando al medio ambiente. ¿Sabías que una remera puede tardar más de 200 años en degradarse? Yo he visto imágenes del desierto de Atacama, donde terminan toneladas de ropa descartada. Algunas con etiqueta puesta. Es ropa que podría seguir teniendo vida”.
Silvana defiende con orgullo este modelo de consumo sustentable, económico y circular. “Esto no solo es moda, es conciencia. Cada prenda que vuelve al ruedo es una que no termina contaminando. Y además, la gente puede vestirse bien, con marcas reconocidas, sin gastar una fortuna”.
Hoy, además de vender prendas sueltas, Silvana también vende fardos, alentando a otras personas a emprender. “Conozco muchísimas historias de mujeres que arrancaron con un fardo y hoy tienen sus propios negocios. Me encanta ver que se animan”.
El Closet de Luna no es solo un emprendimiento de ropa: es una historia de coraje, amor y compromiso con un futuro más justo y sustentable. Y todo empezó con una decisión, un pasaje a Bolivia… y 200 dólares.
Buscala en Sarmiento 373, Florida 664, o en su Instagram: elclosetdeluna.americana.
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