La vitivinicultura salteña atraviesa uno de los momentos más críticos de las últimas décadas. A la histórica presión impositiva que asfixia al sector, se suman los altos costos logísticos y la caída sostenida del consumo.
“Estamos en una situación muy complicada. Hay una fuerte caída en la demanda minorista de vinos, una presión impositiva que nos agobia, y en Salta debemos sumarle costos logísticos elevadísimos”, advirtió Alejandro Martorell, presidente de Bodegas de Salta en diálogo con IN Salta.
De cada 100 pesos que factura una bodega, más de 60 se destinan al pago de impuestos, entre IVA, Ganancias, cargas laborales e Ingresos Brutos. “En Chile la carga tributaria es la mitad que, en Argentina”, remarcó.
A esta realidad, en el caso de Salta, se suman los altos costos logísticos estructurales. “Para exportar debemos llevar nuestros productos hasta el puerto de Buenos Aires, y casi todos nuestros insumos vienen desde Mendoza”, señala.
Además, el consumo interno tampoco da respiro. “La caída ha sido notable en el último año”, subraya, lo que golpea no solo a las bodegas, sino también a los viñateros.
El panorama es tan delicado que en Mendoza ya se observa el abandono de viñedos por falta de rentabilidad. “Aún no lo vemos en Salta, pero es un riesgo creciente”, alertó.
Reclamos urgentes
Desde el sector piden un paquete de medidas que permita aliviar la situación: reducción de Ingresos Brutos, alivio en el Inmobiliario Rural, incentivos a la exportación y apoyo para participar en ferias internacionales, entre otros.
“El vino es mucho más que un producto: es uno de los grandes motores del turismo y de la identidad de nuestra provincia. Sin vino, no hay turismo en los valles”, advirtió Martorell.
Mientras tanto, bodegueros y productores esperan señales claras que permitan sostener la actividad. “Tenemos la esperanza de que las condiciones mejoren, pero hoy la situación es sumamente difícil para la industria”, concluyó.
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